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Fundadores en proceso de canonización

FRANK DUFF
Fundador de la Legión de María

frankduffazul

En un terreno escarpado y fangoso, resulta muy difícil trazar un camino seguro para conducir por él a miles de personas. De la misma manera, resulta muy difícil comprender una Asociación o Comunidad sin conocer a su fundador y su origen.

El fundador de la Legión de María es Frank Duff, un laico irlandés, alegre, bromista, sumamente inteligente, lleno de energía, entusiasmo, generosidad, caridad, y un profundo amor a Dios y la Santísima Virgen María.

Nació en Dublín, Irlanda el 7 de junio de 1889, en una fiesta de Pentecostés; ¿sería esto un presagio de la influencia que iba a recibir del Espíritu Santo durante su vida?. Fue el mayor de siete hijos de una familia católica muy piadosa y muy unida. Frank hizo sus estudios en escuelas de renombre. Siempre obtuvo las mejores calificaciones; le gustaba mucho el deporte y le encantaba andar en bicicleta. “Era realmente un joven prometedor”.

En esa época, Irlanda atravesaba por una gran crisis política, económica y religiosa, los católicos eran despreciados y relegados al máximo.

Sin embargo, Frank avanzaba con firmeza en la vida profesional y espiritual: En la primera, su gran talento lo llevó a ocupar un puesto en el Ministerio de Finanzas. Había quienes pronosticaban que llegaría a ser Primer Ministro. En la vida espiritual, mucho antes de encontrar su propia vocación de laico comprometido, escribió un folletito titulado: “¿Santo, yo, por qué no?”, en el que daba algunas directivas y consejos a los laicos para alcanzar la santidad, algunas de las cuales se encuentran en el Manual de la Legión de María.

Más tarde, asistió al “Purgatorio de San Patricio” que era un lugar de ejercicios espirituales de tres días y de una penitencia, tal vez única en el mundo: “El primer día ayunaban las 24 horas, los otros días no comían más que pan negro duro y té sin azúcar. Toda la primera noche la pasaban en vela y la segunda dormían sobre tablas rasas en un cuarto grande. En el intervalo, hacían toda clase de oraciones y meditaciones; el rosario, varias veces al día y también rezaban el Vía Crucis”. A partir de entonces, Frank iba cada año hasta que la enfermedad se lo impidió.

No cabe duda de que la Providencia Divina fue preparando a Frank para esta gran misión que le tenía reservada. Desde muy joven había adquirido el hábito de rezar diariamente la Liturgia de los sacerdotes en latín.

Posteriormente, ingresó a la Asociación de San Vicente de Paúl, cuyas reuniones empezaban con una oración, una lectura espiritual y la lectura del acta de la reunión anterior; esto sirvió más tarde de modelo para la Legión de María.

La Asociación de San Vicente de Paúl, se ocupaba de los más pobres. Frank, que nunca tuvo problemas económicos, estaba azorado con tanta miseria que había en su país. Tal miseria abrió las puertas de par en par a los protestantes para hacer proselitismo: agrupados en asociaciones bajo el nombre inofensivo de “Servicio social”, ofrecían desayunos gratuitos a los pobres con tal de hacerlos apostatar.

Frank también ofreció desayunos para evitar la apostasía, pero no pudo hacerlo por mucho tiempo. Entonces decidió rezar el rosario frente al local protestante y hacer labor de convencimiento. Este apostolado provocó que le llamaran “el loco del barrio”. Pero su locura tenía método y finalmente logró, después de 16 años, que se cerraran todos esos locales protestantes. ¡Qué modelo de perseverancia!

Frank pertenecía también a un grupo llamado “los pioneros” quienes en desagravio al Sagrado Corazón de Jesús, por el vicio del alcoholismo, ofrecían no tomar ni una gota de alcohol durante su vida.

Por otra parte, no fue fácil para Frank encontrar el tesoro mariano que contiene “La verdadera devoción a María” de San Luis María Grignion de Montfort, pero una vez que lo hizo, como tenía un alma de apóstol, inmediatamente quiso compartirlo con las personas que lo rodeaban.

En una de las reuniones de los pioneros, se comentó sobre la necesidad de visitar la sala de mujeres del Hospital Unión. se preguntó quién quería participar y seis voluntarias surgieron inmediatamente. Se sugirió reunirse al miércoles siguiente y se pidió invitar a otras personas.

El día de la reunión había 15 personas que estaban sorprendidas de ver un altarcito sobre la mesa, compuesto por una imagen de la Virgen Inmaculada Medianera de todas las gracias, sobre un mantel blanco, entre dos floreros y dos candeleros con velas encendidas.

No había duda, la Virgen los esperaba, ninguno de ellos siquiera se imaginaba que ese era el inicio de un gran Movimiento de fuerza mundial. Tan es así, que hasta unos años más tarde, descubrieron que este Movimiento se había formado, providencialmente, el día 7 de septiembre de 1921, en las Vísperas de la Natividad de Nuestra Señora.

El primer grupo se llamó “Nuestra Señora de la Misericordia”, y así sucesivamente cada grupo tenía su nombre. Entonces surgió la necesidad de buscar un nombre para el Movimiento. Se sugirió hacer una novena para encontrar el nombre adecuado. En la siguiente reunión, se presentaron varias propuestas pero fueron rechazadas. Se pidió otra novena. Frank Duff, el fundador, buscaba un nombre que representara al Movimiento y pudiera aplicarse a cada miembro en particular; realmente se había quebrado la cabeza en esto. En la víspera de la siguiente reunión, Frank se detuvo un momento, antes de irse a la cama, frente a un cuadro grande de la Santísima Virgen que tenía en su despacho, y espontáneamente brotaron en su mente las palabras: LEGION DE MARIA.

No había duda, ese era el nombre: Legión era símbolo de valor, disciplina, obediencia, y podía aplicarse a cada legionario de María que ahora conquistaría el mundo para Cristo. Este nombre fue aceptado por unanimidad en noviembre de 1925. A imitación de la Legión Romana, Frank decidió conservar los términos en latín para uniformar el lenguaje de la Legión de María en todo el mundo. Asimismo, adoptó el Vexillum o estandarte de la Legión, remplazando el águila por la paloma que representa al Espíritu Santo y el Comandante en Jefe romano, por la Inmaculada Medianera de todas las gracias. Más tarde, Frank escribió la Promesa Legionaria y fijó las oraciones legionarias que obtuvieron el Imprimatur y fueron colocadas en la Téssera. En 1928 fue escrito el Manual de la Legión de María, que es una especie de fotografía del Movimiento en la que se ve lo que se había llevado a la práctica desde hacía ya mucho tiempo.

Aproximadamente tres meses después de la creación del nuevo Movimiento, cuando le preguntaron a Frank sobre el futuro del mismo, el contestó que iba a extenderse por el mundo entero. Las chicas del grupo se rieron a carcajadas. Frank comentó después que eso probaba lo mucho que creían en su don de profecía.

Desde antes de fundar este movimiento, Frank tenía un gran deseo de ayudar a las chicas de la calle. El primer gran apostolado de la Legión de María, fue precisamente la conversión de treinta y una prostitutas al mismo tiempo.

A pesar del aumento de trabajo para Frank, tanto profesional como espiritual, aceptó organizar unos “ejercicios espirituales sin precedentes”, porque al primero de estos, acudieron todas las chicas y, a excepción de dos de ellas que eran protestantes, todas las demás hicieron una confesión general y comulgaron en la Misa de clausura. Frank comentó después que esa fue la Misa más bella de su vida.

Después del retiro, las chicas fueron llevadas a un albergue al cual pusieron el nombre de “Santa María”, y en donde las cosas iban muy bien. Pero un día, dos de ellas huyeron al barrio más depravado de Dublín, creyendo que ahí las dejarían en paz porque era un barrio al que ni el ejército se atrevía a entrar. Sin embargo, el valor legionario alimentado con la oración, superó todo obstáculo y no solamente lograron entrar sino que acabaron con toda la podredumbre que había en ese lugar. Al grado de demoler ese barrio y construir uno nuevo.

Fue solamente un grupito de legionarios los que lograron borrar esta mancha de vergüenza de su ciudad, únicamente con bondad y caridad, mientras que durante ciento cincuenta años la policía no había podido lograr nada.

Esto fue un verdadero milagro, pero la gran fe de Frank lo había acostumbrado a esperar milagros cuando se trabajaba para conseguirlos, porque estaba convencido de que así como los milagros formaban una parte importante de la vida terrestre de Cristo, también formaban una parte importante de la vida diaria de la Iglesia, porque la Iglesia es Cristo vivo.

El 25 de marzo de 1927, después de muchas penas, sufrimientos, dificultades y decepciones, Frank abrió el segundo albergue para hombres abandonados: desempleados, vagabundos, alcohólico, expresidiarios, que no tenían ninguna oportunidad de volver a tener una vida normal sin una ayuda eficaz. Este albergue recibió el nombre de “Estrella de la Mañana” y, como expresó el mismo Frank: “fue pagado con sudor y sangre”. Tres años más tarde fue abierto un tercer albergue para mujeres solas: madres solteras sobre todo. Este se llamó “Regina Coeli”. Varios grupos de la Legión tenían la tarea de ocuparse de los tres albergues, ayudaban a preparar y a servir la comida, y hacían apostolado con las personas albergadas.

La dirección de un sólo albergue requería un hombre de tiempo completo, sin embargo, Frank dirigía los tres además de sus deberes profesionales y demás apostolados de la Legión de María que era “la niña de sus ojos”, según sus propias palabras.

Esta nueva organización visiblemente bendecida por Dios, encontró una fuerte oposición y rechazo, sobre todo por parte del clero, simplemente porque Frank estaba adelantado a su tiempo y, contrariamente a lo que pensaban algunos clérigos de que los seglares solamente servían para hacer el aseo de las vestiduras eclesiásticas y de la parroquia, Frank afirmaba que cada seglar tiene su propia vocación y misión apostólica dentro de la Iglesia.

Esta visión de Frank, hirió el orgullo y la envidia de dichos clérigos quienes empezaron a difamar a la Legión de María y a cambiar su estructura, querían destruir esta Asociación. En Africa incluso, llegaron a crear una secta a la que le pusieron el nombre de Legión de María que provocó una gran confusión.

Frank estaba convencido de que estos ataques eran diabólicos, porque se repetían en distintas partes donde había Legión de María.

Frank se mantuvo firme como una roca y siempre mostró una gran caridad, nunca se quejó porque sabía que en el Reino de Dios, todo éxito se consigue con el signo de la Cruz.

“No hay mal que por bien no venga”, ya que esta situación tan difícil lo hizo buscar la manera de hablar personalmente con el Papa. El secretario del Nuncio Apostólico, tuvo la brillante idea de hacerlo portador de unos papeles oficiales y una carta para Su Santidad, de esta forma, Frank pudo entrevistarse con él.

Sentado frente al Papa, trataba de explicarle lo que era la Legión de María y sus necesidades. Frank hablaba y hablaba y empezó a preocuparse, porque el Papa no hablaba ni pestañeaba. Frank pensó que tal vez ni lo escuchaba. Frank dijo todo lo que tenía que decir y se calló, agotado de tanto hablar. Solamente lanzaba una mirada de súplica al Santo Padre quien permaneció en silencio un largo rato. Finalmente, se levantó, se dirigió a Frank y lo abrazó diciendo con un tono emocionado: “¡Esta cosa viene de Dios!”. El Papa se daba cuenta de que este Movimiento respondía a su idea sobre el papel del laico en la Iglesia.

Más tarde, Frank recibió una carta del Santo Padre en la que daba su bendición especial a la Legión de María y la reconocía como una obra magnífica y santa.

La extensión de la Legión de María en el mundo fue tan rápida, que surgieron los “enviados de la Legión de María” quienes se encargaban de extender y cultivar la Legión en los cinco continentes. El número de enviados era cada vez mayor, Frank mantenía una estrecha unión con cada uno de ellos por correspondencia. Esto lo hizo abandonar su trabajo profesional. La Legión absorbía todo su tiempo, que Nuestro Señor le hizo rendir al máximo.

Un día, alguien preguntó a Frank que pensaba de la Legión como modeladora de santos. Frank encontró esta expresión muy adecuada porque dijo que la Legión de María muestra a sus miembros las grandes verdades de la fe católica y les enseña a comprenderlas, especialmente la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo, el lugar de la Santísima Virgen en el Plan Divino de la Salvación y su unión íntima con el Espíritu Santo, esta doctrina, dijo, es santa y santificadora, y produce santos a granel.

Un ejemplo vivo de esto, entre muchos más que no son tan renombrados, está en el mismo Frank, en Edel Mary Quinn y en Alfonso Lambe.

La santidad, decía Frank, está en una vida normal. El mismo, se santificó en sus deberes cotidianos que impregnaba de su gran alegría y buen humor. Otra cosa que lo caracterizaba, era su humildad y discreción. Nunca se atribuyó a sí mismo la extensión y éxito de la Legión de María, ni siquiera su fundación, a pesar de que la Legión era su vida.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Legión de María no sufrió ningún quebranto. Se cuenta como dos legionarias hicieron su Promesa durante un bombardeo; casi en cada versículo, todo se grupo de arrojaba bajo la mesa buscando una débil protección contra las bombas que caían cerca de ahí. A veces las juntas se hicieron en los refugios antiaéreos, donde el apostolado de los legionarios era rezar el rosario con los presentes sin importar su religión.

En Francia, a una joven legionaria, Véronique O’Brien, se le pidió que regresara a Irlanda a causa de la guerra. Ella contestó desde París: “Yo regresaré cuando haya fundado la Legión de María aquí”. Fueron las últimas noticias que tuvieron de ella. Después de la invasión alemana, Véronique decidió unirse a los refugiados que huían frente a las tropas en marcha. Constantemente, al paso tan bajo de los aviones alemanes, había que arrojarse al suelo. Hambrienta y pálida, con los pies sangrando, sin nada más que lo que llevaba puesto, llegó finalmente a Nevers, al convento de San Gildard, el convento de Santa Bernardita, donde fue acogida y ayudó a atender a los peregrinos. La primera carta de ella que llegó a Dublín, anunciaba la fundación de siete Praesidia.

A pesar de los horrores de la guerra, la Legión de María permaneció intacta y nunca omitió sus reuniones ni su apostolado.

Existen otros relatos sobre la fundación de la Legión de María en situaciones igualmente adversas.

Frank Duff en sus pláticas a los legionarios, inspirado por el Espíritu Santo, los animaba en tal forma que estos salían llenos de ánimo y valor y dispuestos incluso al martirio. En China, por ejemplo, la Legión de María prendió en una forma sorprendente y se extendió rápidamente por todo el país. A la llegada del comunismo, la Legión permaneció firme, y lejos de intimidarla, aumentó la fe y el valor en los legionarios. Veinte mil legionarios fueron encarcelados y aproximadamente dos mil asesinados. La Legión de María fue declarada como “el enemigo público número uno”.

Frank mismo sufrió mucho a pesar de su entereza. A parte de los golpes espirituales que recibió de parte de los enemigos de la Legión de María, la pérdida, primero de su hermana en junio de 1949, luego de su hermano en agosto del mismo año, y la peor pérdida, la de su madre a principios de 1950, más la pérdida de su amigo de siempre, el Abad Creedon en julio de 1950. Frank estaba verdaderamente destrozado. El mismo escribió: “El golpe fue terrible, el peor de mi vida, no sé donde estoy. Seguramente va a pasar algún tiempo antes de que vuelva a encontrar mi equilibrio interior”.

Una vez muerta su familia, las legionarias del albergue “Regina Coeli” se encargaron de él.

En 1952, Frank recibió una invitación del Vaticano para visitar la ciudad santa. Frank aceptó gustosísimo, sobre todo porque todavía había hostilidades contra la Legión de María. Permaneció 17 días en Roma, aprovechando para dar conferencias, pero el punto culminante fue la audiencia privada con el Papa Pío XII quien dijo a Frank: “Estoy muy agradecido con la Legión de María por los grandes servicios que ha prestado a la Iglesia”. Frank se percató de que estas palabras fueron pronunciadas muy calurosamente.

Por otra parte, Frank Duff no era un místico en el sentido de éxtasis y visiones extraordinarias, era simplemente un católico ejemplar, sin embargo, su vida estuvo frecuentemente acompañada de hechos milagrosos: En una ocasión, pasaba de la media noche y Frank seguía trabajando en su correspondencia, cuando alguien llamó a la puerta, era un jovencito de unos doce años, sucio, harapiento e incluso parecía piojoso y pidió permiso para pasar la noche en el albergue “Estrella de la Mañana”. Frank le dijo que ya era muy tarde y que el albergue era para hombres y no para niños, entonces lo pasó a su casa y le ofreció algo de comer, el muchacho comió con verdadero apetito. Frank dormía en una cama matrimonial y era muy delicado en cuestión de limpieza e higiene, pero no quiso que el muchacho durmiera en el suelo ni que se fuera y decidió compartir la cama con él. A la mañana siguiente, el muchacho había desaparecido sin dejar traza de su presencia, para Frank esto era un misterio. Cuando Frank regresó de Misa, encontró a la joven del albergue “Regina Coeli” que tenía la llave de su casa y le preparaba todos los días el desayuno para que lo tomara al regreso de la iglesia.

Esta joven, muy sorprendida, preguntó a Frank quien era ese muchacho encantador que ella había encontrado esa mañana temprano al entrar a su casa. Frank le preguntó que apariencia tenía y ella contestó que era como de doce años y de una belleza extraordinaria, en ningún momento mencionó lo sucio y los harapos, solamente estaba sorprendida por su gran belleza. Sin duda alguna, se trataba del mismo muchacho.

Frank comentó más tarde que en aquella ocasión, albergó al Señor.

Cuando Juan XXIII subió al Papado, también recibió a los legionarios en audiencia privada. Desde Pío XI hasta Juan Pablo II, Frank mantuvo estrecha relación con todos los Papas, prueba de ello son las cartas pontificias que se encuentran en las primeras páginas del Manual de la Legión de María. “Honor a quien honor merece”.A parte de la gran lucha que libró Frank, durante toda su vida, contra las oposiciones, recibió también distinguidos reconocimientos: Los padres del Espíritu Santo y los Montfortianos lo nombraron miembro honorario de su Congregación, lo que lo hizo partícipe de todos los méritos de estas Congregaciones.

La Universidad de Dayton, en Ohio, le dio en 1956 un premio mariano por su eminente trabajo en mariología.

El Papa Juan XXIII lo nombró Gran Caballero de la Orden de San Gregorio y la Universidad de Dublín le confirió la dignidad de Doctor Honoris Causa en Derecho, pero nunca se le vino a la mente poner el título de Doctor junto a su nombre aunque tuviera todo el derecho.

Pero un mayor honor le fue reservado: la invitación , como oyente, al Concilio Vaticano II. Cuando estaban en la sesión, el Cardenal Heenan que había sido Director Espiritual del Senatus de la Legión de María en Londres, antes de empezaran los trabajos de dicha sesión, se levantó y dijo que el fundador de la Legión de María estaba presente en la sala. Entonces espontáneamente, una ola de aplausos se produjo; los dos mil quinientos Padres que estaban en el Concilio, expresaron así lo que pensaban del movimiento que, principalmente, en tierras de misión se había convertido en el apoyo más sólido para la propagación de la fe.

A Frank no le impresionaban mucho las distinciones honoríficas y los premios, los aceptaba como algo inevitable y los olvidaba enseguida, sin dejar de reconocer humildemente su esfuerzo.

Desafortunadamente, como dijo Frank, el humo de Satanás penetró en el Concilio creando una gran confusión y un gran desorden en la Iglesia de Cristo. Fieles, religiosas y sacerdotes estaban trastornados. Esto, lógicamente, afectó también a la Legión de María. Y a pesar de que el Manual recibió más de cien veces el Imprimatur y de que fue examinado dos veces, punto por punto, por un equipo de teólogos nombrados expresamente para esto en Roma y declarado pura doctrina católica, algunos que se creían expertos quisieron modificarlo y adaptarlo a las nuevas circunstancias anárquicas. Frank se mantuvo firme como una roca y por esta conducta suya, fue tachado de viejo testarudo. La cosa llegó a tal grado que aun en los confesionarios, los sacerdotes invitaban a los legionarios a abandonar la Legión y afiliarse a otra asociación que ellos habían creado. Otros decían que en Dublín solamente se esperaba la muerte de Frank quien ya tenía una edad muy avanzada, para reformar la Legión de María y en especial el Manual.

Lo que debió sufrir Frank en este período, solamente pueden saberlo los que se mantuvieron fieles y compartían con él el mismo dolor.

Sin embargo, esta crisis no fue más que abono que hizo florecer en abundancia a la Legión. Una prueba de esto fue el festejo de las Bodas de Oro de la Legión de María en el mundo entero.

En 1979, el Papa Juan Pablo II al conocer la Legión de María quedó impresionado de su espiritualidad y decidió invitar a su fundador a Roma para conocerlo. Frank asistió con los oficiales del Concilium y , una vez frente al Papa, le dijo que todo pensamiento, toda palabra, toda acción del legionario deben estar impregnadas de esta convicción: “La victoria vendrá por María”.

Después de la Misa en su capilla privada, el Papa los invitó a desayunar en su cocina privada y, como buen anfitrión, los atendió con toda sencillez.

Luego visitaron los salones del Vaticano con un guía y llegaron a la sala desde donde el Papa envía sus mensajes al mundo. El guía invitó a Frank a sentarse en el sillón papal y a dirigir un mensaje a sus legionarios en todo el mundo. Frank se sentó sin vacilar y no pronunció más que una palabra: “¡Conviertan!”. Fue el testamento importante que quiso dejar a sus hijos e hijas espirituales en el mundo entero.

En octubre de 1980, más de cuatrocientos legionarios se encontraban reunidos en Irlanda esperando una palabra de aliento de su fundador. Frank insistió en que el deseo ardiente de la Virgen María de hacer entrar a su Hijo en cada hombre, debe animarnos y volverse el eje de nuestra acción.

El 7 de noviembre de 1980, Frank se sentía muy agotado y se recostó, la legionaria que lo atendía, le llevó el té a la cama y lo encontró con las manos en posición de oración y los ojos fijos en una imagen de la Virgen que tenía frente a él. La Virgen se lo había llevado al cielo.

Para los legionarios, más que un duelo era un triunfo. En su primera Misa de Réquiem, Monseñor Ripley concelebró con aproximadamente veinte sacerdotes y en su homilía dijo que Frank Duff es responsable de una nueva corriente en la Iglesia que da una nueva luz sobre el papel de la Virgen María. Y que todos los que lo conocieron lo tenían por un santo. Muchos, continuó diciendo, le atribuyen desde ahora cosas milagrosas, pero el milagro más grande es la Legión de María.

En otra Misa, el Cardenal O’Fiaich concelebró con tres Arzobispos y treinta y cinco sacerdotes, todos directores espirituales de la Legión de María. Unas cuatro mil personas, entre ellas legionarios de distintas partes del mundo, asistieron a la Misa, muchos no pudieron entrar a la iglesia, varios sacerdotes se quedaron también fuera. Fue sorprendente ver que en ningún caso las vestiduras litúrgicas fueron negras o violetas, sino blancas con largas cintas rojas en medio.

Entre los asistentes estaban el Presidente de la República de Irlanda, el Primer Ministro, el alcalde de Dublín, numerosos hombres políticos y casi todo el cuerpo diplomático. Caso admirable porque la Legión de María nunca tuvo que ver con política, esto está prohibido y es parte de su personalidad.

En su homilía, el Cardenal dijo que en este gran hombre vivía un inmenso espíritu de piedad y de oración, y con la ayuda de la Virgen, el aporte de este sencillo ciudadano de Dublín en la historia de la Iglesia católica, es tal vez el más importante del siglo.

También recordó que en 1976, le ofrecieron el título de Irlandés del año, pero Frank lo rechazó. El Cardenal agregó que puede venir el día en el que le otorguen el título de “Irlandés del siglo”.

El único adorno floral fue una bicicleta que pusieron sobre el féretro sus compañeros de paseos en bicicleta.

El cortejo partió al cementerio, las calles de Dublín fueron cerradas porque estaban llenas de personas que formaban una valla y rezaban. Según testigos, más que un cortejo fúnebre era algo radiante y solemne lo que impregnaba la atmósfera. En una de sus últimas entrevistas Frank dijo: “La Santísima Virgen hasta ahora, ha sostenido a la Legión de María en sus manos; no creo que Ella la abandone cuando yo ya no esté aquí”.

Cuando no se tienen los instrumentos apropiados, resulta verdaderamente difícil abrir un camino seguro en un terreno escarpado y fangoso.

Frank Duff logró abrir este camino limpiándolo de todo obstáculo que representaban las oposiciones y ataques a la Legión de María y, del fango del pecado, pero él si contaba con los instrumentos apropiados que son: el rosario, la medalla milagrosa, en fin, la profunda devoción a la Santísima Virgen y el gran amor y confianza a Dios.